SOY UNA MINI VERSIÓN DE MI PAPÁ
Una carta para mi papá, porque no le puedo regalar más fotos con mi cara o tazas.
Para poder escribirte esta carta, primero hice una lista de todo lo que me venía a la mente al pensar en ti.
Lo primero que escribí en mi lista, sin dudarlo, fue la palabra “manías”. Fui desglosando todas tus manías extrañas, como solo querer tomar el bus rojo y no el naranja (aunque tengan exactamente la misma ruta), porque el rojo es más bonito. También anoté tu costumbre de caminar siempre por el lado más soleado de la calle, porque la vereda del frente “tiene mala vibra” (no importa si estamos en pleno verano y nos estemos derritiendo). Uno tiene que caminar por donde se siente bien.
La segunda palabra que escribí fue “libros”. Desde que tengo uso de razón, nuestra casa ha sido refugio de historias. En tus estanterías conocí Macondo, volé sobre un cóndor en los cuentos del Alto Urubamba y fui una espía infiltrada junto a Jim Wormold en Nuestro hombre en La Habana. Me enamoré de todos esos libros que ibas acumulando (incluso te robé algunos), y, al igual que tú, me convertí en una persona que lee. Así fue como más adelante hicimos un par de viajes por carretera sin hablarnos: cada uno con libro en mano, quitando la vista de las páginas solo para comer algo y comentar nuestras lecturas, también para hablar un poco sobre los personajes excéntricos con los que nos había tocado viajar (como la chica que no paraba de sacar comida de su mochila, y la pareja de pedorros sentados delante de nosotros). No sé si te lo dije alguna vez, pero el recuerdo de esos viajes leyendo son de los que más atesoro. Esos silencios cómodos retratan muy bien nuestra relación: dos personas que se entienden sin necesidad de palabra, porque la conexión está en otro lado.
Lo que me lleva al tercer punto de la lista: “llamadas ejecutivas”. A ti hablar por teléfono no se te da tan bien, y a mí tampoco. Nuestras llamadas siempre van directo al punto y sin adornos. Yo quiero creer que nuestro amor se mide en calidad y no en cantidad, que tenemos una forma muy nuestra de acompañarnos en los silencios, y eso me encanta.
Sin embargo, también disfruto de nuestras conversaciones casuales, sobre películas, música, libros o el sentido de estar vivos. Me gusta que escuches, aunque a veces parece que no. Luego me doy con la sorpresa de que sabías todas las tramas de Harry Potter, conocías a todos los personajes de Camp Rock y podías citar capítulos de Bob Esponja con una rapidez inmediata. Me gusta que, cuando tenía 13 años, hayas hecho un viaje de 20 horas en bus de Cusco a Lima para llevarme al concierto de los Jonas Brothers, hacer la fila infinita (aunque escapabas cada vez que pasaban los canales de televisión) y luego llevarme a la puerta del hotel a gritar un ratito a ver si salía uno de ellos. Para mí eso cubre toda la deuda por escaparte de los payasos en las fiestas infantiles para no tener que participar en ningún juego.
Vivir contigo, papá, ha sido un exceso de presencia, tanta que a veces siento que soy una pequeña versión de ti (como tu clon malvado). Gracias por siempre estar, y por prestar atención a todo. Pero no por leerme Paco Yunque y El caballero Carmelo como cuentos para dormir (todavía me acuerdo y lloro).
Te amo para siempre,
Ale ✨🦋
📝 Notas extra: Para mi el artista que más representa la vibra de mi papá es Spinetta, porque Spinetta es un alien y mi papá también. 👽
Precioso. Ojalá los papás fueran eternos. ❤️🩹
Que linda carta. Tengo una relación parecida con mi papa y es un placer. Ahora necesito saber que dijo cuando leyo esto jajaj